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Aquel hombre salió y se dirigió al oriente. En su mano llevaba un cordel, y con él midió mil codos, y me hizo pasar por el agua, la cual me llegaba hasta los tobillos. Luego midió otros mil codos y me hizo pasar por el agua, que ahora me llegaba hasta las rodillas, y luego de medir otros mil codos me hizo pasar por el agua, y ésta me llegó hasta la cintura. Cuando midió otros mil codos, el agua era ya un río; de tal manera había crecido la corriente que yo no la podía cruzar sino a nado.

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